Hay lugares donde la empatía se convierte en oficio. En El Marqués, esa vocación tiene nombre: Instituto Municipal de Protección Animal. Su equipo no solo rescata perros mojados o caballos extraviados; también comparte su conocimiento con otros para que la protección animal sea una respuesta organizada, no una reacción improvisada.
El IMPA participó recientemente en dos foros nacionales organizados por Humane World for Animals: uno en la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México, y otro en Mérida, Yucatán. En ambos, el municipio llevó algo más que una presentación: llevó una historia de compromiso.
En la capital, su director, Israel Hernández Luna, relató cómo El Marqués se ha convertido en ejemplo operativo en el rescate de animales durante desastres naturales. No habló en abstracto. El municipio ha estado ahí, entre el lodo y la emergencia: en Acapulco, tras el huracán Otis, y en la Sierra Gorda, donde el agua arrasó hogares y el equipo del IMPA atendió a más de 200 animales heridos.
En Mérida, el intercambio con la Unidad de Protección Animal fue más que institucional. Fue un diálogo entre quienes entienden que detrás de cada rescate hay una vida que espera, una mano que llega a tiempo.
Durante ambas participaciones, el Instituto insistió en la importancia de la prevención y la preparación: planear cómo proteger a los animales antes de que el desastre ocurra. Enseñar, compartir, anticipar.
Las acciones del IMPA muestran que el bienestar animal no es una causa secundaria, sino una extensión del respeto a la vida. Desde El Marqués, un municipio pequeño en extensión pero grande en compromiso, se teje una red de cuidado que trasciende fronteras. Porque proteger a los animales también es proteger lo humano.


