Las calles nuevas de San Isidro el Alto

En San Isidro el Alto, una comunidad del norte de Querétaro, las calles recién rehabilitadas guardan todavía el olor a mortero seco. El gobernador Mauricio Kuri acudió a entregarlas oficialmente, pero para quienes viven ahí, la transformación comenzó desde que vieron entrar la maquinaria y escucharon el primer golpe de herramienta. Para sus 597 habitantes, el cambio no es simbólico: ahora sus pasos, sus trayectos y sus rutinas transitan por un suelo distinto.

La obra, de 7.3 millones de pesos, consistió en rehabilitar dos mil 251 metros cuadrados de vialidad con empedrado empacado en mortero. La CEI, encabezada por Sonia Carrillo Rosillo, intervino tres calles completas. No solo se trató del empedrado: se colocaron huellas de rodamiento, banquetas, guarniciones y se trabajó en las redes de agua potable y drenaje. La infraestructura básica, esa que sostiene la vida diaria, también fue atendida.

Carrillo describió con detalle los elementos del proyecto: los cruceros de concreto estampado, los volardos en cada esquina para cuidar a quienes transitan a pie, la señalización que ordena el movimiento. Pero también habló del gesto humano detrás de la obra: “cariño, amor, honra”. Palabras que, en otro contexto, sonarían grandilocuentes, pero que aquí se mezclan con la expectativa de una comunidad que lleva años pidiendo mejoras.

El presidente municipal, Felifer Macías, recordó que el desarrollo de Querétaro debe avanzar parejo, sin dejar rezagos entre comunidad y ciudad. Señaló que estas obras dignifican la vida cotidiana: el andar de los niños, el paso lento de los abuelos, la simple posibilidad de caminar sin miedo a un bache.

San Isidro el Alto, además, ha recibido otros apoyos municipales: un sistema de transporte comunitario que enlaza con Mompaní y Qrobús, campañas de calentadores solares y las tarjetas El Extra. Pequeñas piezas de un rompecabezas que busca conectar la periferia con el centro.

Al final, Pedro Bailón Palomino, presidente del Comité de Obra, expresó lo que muchos pensaban: que las calles cambiaron, que la comunidad las reconoce como propias y que hoy se puede caminar distinto. En su voz se escucha algo más que gratitud: la certeza de que una calle nueva puede ser también el inicio de una nueva manera de mirar el futuro.