El transporte público no solo traslada cuerpos; transporta también la narrativa de una ciudad. En Querétaro, Qrobus se presenta como símbolo de una transformación urbana: de los 109 millones de ascensos en 2024 a los 147 millones en 2025, con un crecimiento del 34% que coloca al sistema como referente nacional, según datos oficiales.
Gerardo Cuanalo, director de la Agencia de Movilidad, traza una línea de continuidad entre la expansión de rutas —120 actualmente—, la integración tecnológica —tarjeta de prepago, pagos digitales, monitoreo en tiempo real— y una promesa política: devolver a los ciudadanos tiempo, certidumbre y dignidad en sus traslados.
Más allá de los números, lo que se revela es la construcción de una infraestructura simbólica: paraderos renovados con paneles solares, un patio de maniobras con servicios médicos y de formación, rutas nocturnas que reconocen la vida de la ciudad después de la oficina, y un programa de tarifa social que democratiza el acceso al transporte.
La movilidad queretana, sin embargo, también encarna tensiones. El relato del “sistema más eficiente del país” convive con la memoria reciente de deficiencias y con el desafío de mantener un crecimiento que no se quede en la retórica. Qrobus, en su promesa y su expansión, es el espejo de una ciudad que se mueve, que aspira a ser moderna, pero que todavía carga con el peso de su propio rezago.