En el amanecer metálico de Querétaro, los autobuses de Qrobus despiertan uno a uno. Los motores rugen y el diésel perfuma el aire. Son las entrañas de la ciudad en movimiento: el Patio de Maniobras, un espacio donde cada día se alista la maquinaria que conecta miles de historias sobre ruedas.
Allí, el gobernador Mauricio Kuri González inauguró la segunda etapa del complejo, símbolo tangible de un sistema que busca reconciliar al ciudadano con su transporte. Frente a operadores y técnicos, Kuri habló de confianza, de sonrisas y del esfuerzo invisible que sostiene el viaje cotidiano de miles de queretanos. “Cada vez que entre un usuario a su autobús, sáquenlo con una sonrisa”, dijo, como si la empatía también pudiera ser parte del motor.
El nuevo patio, construido con 258 millones de pesos, no es solo un taller mecánico: es también un refugio para quienes manejan los vehículos. Dormitorios, regaderas, comedor, consultorios y un túnel de lavado que en cuatro minutos borra el polvo del camino. Cada detalle parece pensado para dignificar una labor que rara vez ocupa los titulares, pero que sostiene la vida urbana.
Gerardo Cuanalo, director de la AMEQ, enumeró los avances: más autobuses, más rutas, mejor frecuencia, nuevas formas de pago. La estadística como argumento de cambio. Sin embargo, detrás de los números, persiste un relato más profundo: el del esfuerzo humano por organizar el movimiento de una ciudad que crece sin detenerse.
Entre los asistentes, una operadora, Verónica Graciano, habló con voz firme. Agradeció la oportunidad de estar ahí, en un oficio que alguna vez fue territorio exclusivo de hombres. En su gesto, en su orgullo, se reflejaba una nueva etapa no solo para Qrobus, sino para la movilidad queretana: la de una comunidad que avanza —sobre ruedas, con sudor y con esperanza— hacia un transporte que no solo lleva cuerpos, sino también sueños.


