El sonido que no se apaga: homenaje a Reynaldo Mota Molina

En el silencio contenido del Museo Histórico de la Sierra Gorda, el homenaje a Reynaldo Mota Molina se sintió más como un acto de reconocimiento íntimo que como una ceremonia pública. A sus 90 años, Mota Molina encarna la memoria viva del huapango y de la cultura serrana, un puente entre generaciones que han encontrado en su trabajo un resguardo para la música y la identidad regional.

La Secretaría de Cultura del Estado eligió este espacio para celebrar la trayectoria de un hombre cuyo esfuerzo no ha disminuido con el paso del tiempo. Fue ahí donde Ana Paola López Birlain habló de él no solo como un promotor cultural, sino como alguien que dedicó su vida entera a preservar un patrimonio que trasciende fronteras estatales. Su voz resaltó la pasión y el amor que, desde joven, Mota Molina ha puesto en cada registro sonoro, en cada acompañamiento y en cada gesto encaminado a sostener la tradición.

La Fonoteca Regional de la Sierra —que hoy lleva su nombre— nació gracias al acervo que él entregó. Ese acto, que podría verse como una donación, es más bien un legado: una forma de garantizar que la música que lo acompañó siempre siga teniendo un lugar donde respirar.

En su mensaje, Mota Molina agradeció el reconocimiento sin solemnidad, con la calma de quien ha caminado mucho y sigue dispuesto a avanzar. Reiteró su compromiso con la preservación del patrimonio musical y cultural de la Sierra Gorda, consciente de que la tradición no se conserva sola; requiere manos, memoria y voluntad.

El homenaje concluyó sin estridencias, dejando la sensación de que, más allá de los aplausos, lo que permanece es la fuerza de una vida dedicada a escuchar, registrar y compartir los sonidos de una región que se sostiene, en buena medida, gracias a personas como él.