Corre Conmigo 2025: una carrera donde la inclusión avanza al ritmo de cada paso

Cada diciembre, Querétaro encuentra una manera distinta de recordar que la inclusión también corre. En la pista del Parque Querétaro 2000, donde comienza la carrera “Corre Conmigo 2025”, las parejas —350 en total— se reúnen sin importar si vienen del alto rendimiento o de una vida cotidiana en familia. Una persona convencional y una persona con discapacidad comparten el mismo punto de partida, como si por unos minutos el mundo se ajustara a un equilibrio más justo.

El calentamiento previo parece más un ritual que un ejercicio. Sonrisas, tenis bien amarrados, instrucciones breves, respiraciones profundas. No hay prisa, aunque la carrera sea corta: 1.5 kilómetros que se vuelven un recordatorio simbólico de todo lo que se avanza cuando se camina acompañado. El circuito parte de la pista de atletismo y se extiende hacia el Centro de Deporte Adaptado, un espacio que, más que una meta, funciona como un punto de encuentro para el deporte que busca abrir puertas.

La presencia de la Academia de Porras con Síndrome de Down rompe la solemnidad de cualquier acto protocolario. Su rutina de baile es una celebración que transforma la llegada en una pequeña fiesta. Los aplausos no distinguen a quienes corrieron rápido, lento o con apoyo; todos reciben el mismo reconocimiento de quienes, desde las gradas y pasillos, saben que ahí hay una historia compartida.

Al final, no hay discursos formales, pero sí una sensación colectiva: el deporte adaptado se sostiene gracias a muchas manos, muchas voluntades y muchos pasos que se repiten año tras año. La octava edición de “Corre Conmigo” es parte de ese esfuerzo continuo por hacer visible un trabajo que a veces se queda en los márgenes, aunque incide directamente en la vida de cientos de personas y familias que encuentran en estas actividades un espacio de pertenencia.

La carrera no pretende resolverlo todo. No cambia de golpe los desafíos diarios de quienes viven con alguna discapacidad, ni elimina las barreras que persisten. Pero sí aporta algo esencial: una experiencia compartida que recuerda que la inclusión no se decreta, se practica. Y mientras las parejas se dispersan al concluir el evento, queda la impresión de que cada uno de esos pasos —los rápidos, los torpes, los acompasados— sigue marcando un camino que Querétaro continúa construyendo.